lunes, 3 de abril de 2017

Sobre lo que significa ser fiel

Ya alguna vez he dicho que me parece una terrible idea ver la fidelidad en términos únicamente de exclusividad sexual. Y me parece que en nuestra sociedad occidental y melodramática, esto es precisamente lo que se hace. Pareciera que lo único realmente importante para que una relación sea sana, duradera y feliz, es que ambas partes se comprometan a no coger con nadie más. Y pareciera que lo más terrible que puede pasarle a alguien es que le pongan el cuerno. Y pareciera también que no hay nadie en el mundo que no haya estado en una situación cornuda (sea como víctima o como victimario). Nuestra cultura nos ha convencido de esto y por eso nos da pavor cuando alguien sale con ideas sumamente modernas como las relaciones abiertas o el poliamor, y nos es imposible ver a esas personas con seriedad. La monogamia parece convertirse en la única verdadera prueba de amor.

Yo no estoy en contra de la monogamia (como tampoco estoy en contra del poliamor, la poligamia, las relaciones abiertas y que cada quien haga de su culo un papalote), y no condeno la cultura occidental-católica-monogámica en la que me tocó vivir. Sin embargo, creo que hay un problema de perspectiva cuando la fidelidad se entiende únicamente como respeto a la monogomia.

Estar en una relación amorosa es mucho más que amarse, coger, compartir la cama y desayunar juntos. Las relaciones amorosas implican ser junto al otro. Ser personas sumamente complejas, como no se puede de otro modo, y lidiar con la complejidad del otro. Amar con y a pesar de lo que el otro es y de lo que uno mismo es, pero también con y a pesar de todo lo que tanto uno como el otro son potencialmente. Y todos somos criminales (y cosas peores) en potencia. Estar en pareja implica, por lo tanto, aceptar la individualidad del otro y, aun así, atreverse a llamarse “nosotros”. Amar es arriesgarse a perder el control sobre lo único sobre lo que se tiene certeza, pues en un mundo tan caótico, sólo tenemos un limitado control sobre nuestra propia vida y nuestras decisiones, y amar es meter a un agente externo y potencialmente peligroso a nuestra primera persona. Estar en una relación amorosa, por lo tanto, exige establecer un compromiso con el otro, un compromiso sumamente irrazonable (porque no hay modo científico y objetivo de asegurar que va a funcionar) y que, desde mi punto de vista, tiene como eje fundamental la confianza: dado que me es imposible dominar tus acciones, mi principal compromiso contigo es confiar en ti.

Ahora, volviendo al tema de la fidelidad, me parece que ésta no debería definirse como respeto a la exclusividad sexual, sino como respeto al compromiso mismo, al contrato de pareja, como diría Sheldon Cooper. La parte modular del contrato es la confianza. La exclusividad sexual puede o no formar parte del contrato y eso depende de lo que cada pareja decida. Ser infiel, entonces, es faltar al contrato, y, por lo tanto, se puede ser infliel sin necesidad de poner los cuernos: por ejemplo, siendo sumamente celoso (incluso aunque los celos estén bien fundamentados, en cuyo caso ambas personas están faltando al contrato, uno por falta de honestidad y el otro por falta de confianza, y sería mejor que la relación terminara). Si estoy en una relación y el otro me cela, me está siendo infiel, porque yo espero que confíe en mí. Así visto, es casi contradictorio decir que alguien me cela porque le preocupa que yo sea infiel; es la idea de pelear por la paz o coger por la virginidad: desconfiar en pro de la confianza. Por supuesto, los celos pueden ser una reacción normal a ciertas situaciones (por ejemplo, si veo que un hombre guapísimo le habla a mi pareja, puedo sentir un poco de incomodidad), pero yo me refiero a los celos que se eligen, es decir, cuando la persona elige actuar a partir de los celos (alimentándolos y haciéndolos crecer en un círculo vicioso), con cosas como revisar el celular, controlar las acciones del otro o reclamarle antes de que haya hecho nada.

El otro día surgió en clase la pregunta sobre si es lo mismo infidelidad o traición. Me parece que sí lo es, en sentido estricto, pero no lo es tomando en cuenta que el significado de fidelidad se ha especializado en el concepto de fidelidad sexual. Justamente por eso es que me parece inadecuado entender la fidelidad desde la perspectiva desde la que se entiende habitualmente. Valdría la pena preguntarse entonces, independientemente de si le hemos o no puesto los cuernos a nuestra pareja, si es que alguna vez hemos sido infieles. Hasta las señoritas más honestas y recatadas tendrían entonces que pararse a pensar.

Me gustaría terminar esto con una pequeña reflexión sobre la libertad.

Lo que más me molesta de que en nuestra cultura exijamos con tanto ímpetu la exclusividad sexual de nuestras parejas es, justamente, que le damos demasiada importancia a ser los únicos y absolutos dueños de algo. Si se piensa bien, no es muy diferente de la idea sexista de que la mujer debe llegar virgen al matrimonio. Queremos ser dueños de una parte del otro. Sin embargo, estoy convencido de que el componente más importante de la felicidad es la libertad: ¿cómo puedo entonces decir que amo a alguien si lo primero que hago es constreñir su libertad? Si yo te amo, quiero que seas feliz y quiero hacer lo que esté en mis manos para que seas feliz; ergo, cuando amo, lo primero que quiero dar es libertad.


Por eso es tan contradictorio y, sin embargo, tan tristemente normal, tan tristemente lógico, que ciertas personas rehuyan a las relaciones de pareja porque temen perder su libertad.

1 comentario:

  1. Creo que hay tiempo para cada cosa y dependiendo de la seriedad del cómo se esté llevando una relación se abren otras posibilidades. Digo, ser tan "disperso" en algún punto cobra factura.

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