martes, 17 de agosto de 2010

El reino de las mentes abiertas

Hoy en día está de moda eso de ser de mente abierta. Todo el mundo (dice) es de mente abierta.

Tengo dos conocidos. Los dos claman ser de mente muy abierta. Aquél quería tener sexo con éste (los dos son de buen ver, para esto, y homosexuales, además, lo cual casi casi los obliga a ser de mente abierta); cuando lo hicieron, aquél quiso hacer algo un poco más nasty de a lo que éste estaba acostumbrado, así que éste se negó.

Aquél se quejó diciendo "éste se dice de mente muy abierta, pero ni madres".

Esta situación a mí me provocó reflexionar sobre el fenómeno de los que se dicen ser de mente abierta, y después de mucho divagar, llegué a la conclusión del que realmente era de mente cerrada no era éste, sino aquél.

¿Por qué? En primer lugar, porque el hecho de gustar de cosas más, digámoslos así, poco comunes en materia sexual no quiere decir que uno es de mente abierta. En segundo lugar, no comprender que a alguien puede gustar de cosas diferentes demuestra tener ciertos esquemas mentales muy fijos (por más que no sean lo que la norma o las buenas costumbres dicen que está bien), no sujetos a flexibilidad (y ésa es la definición pija de "mente cerrada").

¿Y yo? Creo que soy de mente abierta. Pero ya me da un poquito de miedo la etiqueta.

domingo, 1 de agosto de 2010

No se puede estar en dos momentos al mismo tiempo

Un viejo ex-amigo decía, poniendo una insoportable cara de "mírenme, soy sabio y maduro", que la gente no cambia, sino que "revela su verdadero ser" (sic). Bullshit. Todos cambian; cada cinco minutos, cada instante, cada año somos personas diferentes, para bien o para mal, por mucho que en esencia seamos el mismo.

Yo no soy el mismo chico que alguna vez escribió aquí; ni hablar de áquel que escribió acá. Me miro al espejo y ya no reconozco al escritor wannabe cuyo mayor deseo era publicar. He cambiado mucho en los últimos años. Me he enamorado, desenamorado y vuelto a enamorar. A veces de la misma persona, a veces de personas distintas. Han cambiado mis espectativas, mis proyectos, mis ilusiones, mi plan de vida (radicalmente). Incluso mis gustos, mis hobbies y mis aptitudes.

Y creo que he cambiado para bien, en la mayoría de los casos. Creo que soy un poquito más feliz que hace un par de años. Sin embargo, hay veces que extraño un poco al muchachito que lloraba por su amor no correspondido, que vertía sus lágrimas en letras y que publicaba costantemente en su blog, a sabiendas de que lo tacharían (no sin razón, hay que admitirlo, pero sí inoportunamente) de patético. Lo extraño porque ese chico era más poético, más artístico. Escribía y leía el doble, si no es que el triple que yo. Extraño eso.

Muchas veces me pongo a pensar qué sería de mi vida si hubiera elegido otro camino. Si hubiera continuado con eso de las letras, si hubiera sido actor (y es que cada vez que veo una obra de teatro de esas que de verdad son buenas me dan ganas de volver en el tiempo y estudiar Arte Dramático), si hubiera sido matemático (sí, hombre, sí, me encantan las matemáticas), si hubiera sido sacerdote (sí me lo pensé), si hubiera empezado antes a hacer tantas cosas. A veces no sé qué habría sido mejor, a veces creo que me equivoqué.

No me malinterpreten: soy feliz. De hecho, hoy soy más feliz de lo que jamás había sido, tengo un plan de vida interesante, aunque sujeto a modificaciones sin previo aviso, y un novio al que no cambiaría por nada del mundo, pero me da un poco de coraje saber que de todos esos hubieras nunca conoceré los habrías.

Ah, por cierto, éste es mi nuevo blog. Todos son bienvenidos, disfruten, pero no rompan nada.