Todo el tiempo hay cosas que se salen de nuestro control. Algunas de ellas se deben a nuestras fallas: descuidos, olvidos, limitaciones, errores...; otras se deben a circunstancias que nos superan.
En cualquiera de los casos, cuando algo se sale de nuestro control, nos estresamos. Y ante este estrés, reaccionamos enfadándonos, insultando (a veces insultándonos a nosotros mismos), recriminando; es decir, ante el estrés reaccionamos estresándonos más, como si eso fuera a traernos una solución. Sin embargo, no es así: estresarnos de más no nos lleva a una solución y, en la mayoría de los casos, al contrario, nos nubla el juicio y nos impide ver las soluciones, si las hay. Además, estresarnos de más nos trae más problemas que se suman al problema original que nos causó estrés en primer lugar. Es decir que al reaccionar al estrés, caemos en un círculo vicioso.
No podemos evitar que las cosas se salgan de nuestro control. No podemos evitar tener problemas ni cometer errores. El estrés (literalmente, la presión) es inevitable. Pero sí podemos evitar caer en el círculo vicioso de responder al estrés con nuestro primer instinto, lo cual sabemos que nos acarreará más dificultades.
El estrés es como un piquete de mosquito. Es la comezón inicial que nos provoca el piquete. Ésa no la podemos evitar: si un mosquito nos pica, sentiremos comezón. Nuestra primera reacción ante la comezón será rascarnos, pero sabemos bien que al rascarnos sólo lograremos que la comezón crezca. ¿Qué podemos hacer entonces? Podemos decidir no rascarnos. No es fácil. Requiere atención (si nos distraemos, es probable que nos rasquemos sin darnos cuenta). Pero una vez que logramos vencer la tentación de rascarnos, la comezón comienza a desaparecer con rapidez.
Con el estrés es igual. El problema que tengamos, sea cual sea, es el piquete del mosquito. Ese estrés que sentiremos derivado de ese problema es la comezón inicial. Enojarnos, recriminarnos y maldecir es como rascarse. Es una tentación, un instinto que sentimos ante el estrés. Tal vez incluso nos proporcione un alivio momentáneo, pero sin lugar a dudas, el resultado será simplemente que nos estresemos más. La buena noticia es que podemos decidir no estresarnos. Podemos cerrar los ojos, contar hasta diez, esperar a que el enfado pase. Esto lo podemos lograr siendo conscientes, prestando atención a nuestras sensaciones. Tristeza, enojo... ahí están. Hay que dejarlas pasar, no responderles, no rascarlas. Y así, pronto, el estrés se irá.
El problema no acabará ahí. Seguirá existiendo. Pero ahora, sin comezón, podremos pensar tranquilamente en cómo solucionarlo. Y si resulta que no podemos solucionarlo, podremos simplemente aceptar que el mundo no está diseñado para complacernos en todo momento.
PS: Sé que esto parece libro de autoayuda, pero también sé que es verdad.
Tu última frase expresa una gran verdad: "El mundo no está diseñado para complacernos". Y ese es el acicate, pienso, que permite cambiarlo.
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