domingo, 6 de enero de 2013

6 de enero - Las rayas del Tigre


El Mimo llegó a casa del Tigre a eso de la una de la mañana, la pequeña bicicleta rosa rodando junto a él; el Mimo, tan alto, prácticamente no tenía que doblar su brazo izquierdo para alcanzar el manubrio de ésta, la hizo avanzar los últimos metros con una parsimonía ceremonial impropia de él... ese tipo de cosas eran el tipo de cosas que el Tigre hacía, como cuando terminaba el té sosteniendo la taza con las dos manos, inclinándola, siempre con los ojos cerrados y el ceño fruncido. Cierto, el Mimo había esperado hasta la madrugada del seis de enero para llevar la bicicleta rosa por pura crueldad... y tal vez el Tigre no se lo merecía, pero qué chigá, el Mimo también tenía derecho a ser cruel de vez en cuando, ¿no? Al fin y al cabo, él también tiene sus propias rayas, y el Tigre le hizo la más reciente.

Sin soltar la bicicleta con la mano izquierda, el Mimo alargó su brazo derecho (no mucho, pues es un brazo largo, como todo él) y tocó el timbre. Escuchó. Ya sabía que el Tigre no estaría dormido, ¡faltaba más! El Mimo no podía jactarse de conocerlo tanto, pero se había acostumbrado un poco a sus manías, a su humor, a sus cambiantes estados de ánimo, a su histeria, a su risita irónica que tanto le cagaba, pero que no podía sacarse de la cabeza. Efectivamente, el Tigre estaba hecho una furia, gruñendo, arrancándose los cabellos, corriendo de un lado a otro, buscando hasta en los lugares más ridículos, en la alacena, abajo de la cama, en el refrigerador. Abrió la puerta con tanta furia que el calor de la casa le dio una cachetada al Mimo, quien trató de no inmutarse. El Tigre tenía los ojos rojos, entre enfurecidos y tristes, y era obvio que había estado llorando.

La expresión del Tigre se ablandó significativamente cuando vio al Mimo. No se lo esperaba. Ahí estaba, parado frente a él, ligeramente encorvado, como siempre, altote, largote, flacote, todo enorme en él. Lo observaba con curiosidad y con un poco de tristeza. Trataba de mantener una mirada severa, pero sus grandes ojos negros no podían dejar de ser tiernos. El Tigre no entendió al principio, pero cuando bajó un poco los ojos y vio la bicicleta rosa, fue como si Dios personalmente lo hubiera rescatado del infierno. ¡Por supuesto! ¿Cómo había podido ser tan tonto? Era ahí donde la había escondido, y la había escondido tan bien que, entre la furia y la tristeza y la melancolía y la decepción de su reciente ruptura, había tenido a bien olvidarlo. Sí, en ese momento el nudo de la garganta se desató y poco faltó para que el Tigre se echara a llorar o se le echara al cuello y se lo comiera a besos.

El Mimo vio los cambios de ánimo en los ojos del Tigre que eran siempre tan jodidamente expresivos y no pudo enamorar evitarse un poquito más. ¡Ay, Tigre, Tigre tonto! Ahora el Mimo se reprochaba mentalmente el haber sido tan cruel. El Tigre no tenía la culpa, por lo menos no toda la culpa. Ay, Tigre, qué guapo te ves y qué sexy y qué tierno con esos ojitos enrojecidos. Ya, respira, aquí está la bici para la oruguita. Llegaron los reyes magos, llegué yo. Pero no, Mimo, no debes enamorarte un poquito más porque ya no funcionó una vez y no funcionará de nuevo y no puedes terminar desnudo en su cama porque a las seis la nena despertará excitada queriendo ver los juguetes y sería muy embarazoso.

Así estuvieron un minuto mirándose con los ojos representando todas las emociones shaekspirianamente posibles, hasta que el Tigre habló. Iba a decir hola, Mimo, cómo estás, quieres tomar un café, pero sólo pudo decir Gracias.

Gracias.

Sí, el Mimo lo sabía y le dolió mucho, porque finalmente ese momento lo habían planeado hace casi un mes con muchas sonrisas y complicidad y un poquito de fantasía. No, la nena no la encontrará porque yo la guardo ya en mi casa. Ah, ¡gracias! Qué buena idea, porque me ponía nervioso cada que pasaba cerca de la cochera, ya ves que es muy curiosa y por más que le prohíba... al contrario, con más ganas va y se mete. Pero no te preocupes, yo te la traigo el cinco así sirve que también te traigo tu regalote. Ja ja ja. Ja ja ja. Regalote te voy a dar yo a ti, que tú eres el niño, y yo soy los reyes magos. ¿Cómo, los reyes magos no existen? ¡No me digas eso que me vas a hacer llorar! Sí, son los papás. Ja ja ja.

Pues al final fue el Mimo, aunque todavía sea un niño que apenas va saliendo de la facultad y que no sabe nada de la vida, el que la hizo de rey mago, y no habrá regalote ni nada, ni café, ni plática, te dejo la bici, porque la compraste con tu dinero y me voy que tengo sueño. No, espera, tómate un café, soy muy tonto, se me olvidó, si no, te hubiera hablado ayer. No, en serio. Ándale.

Ay, Mimo, al final accediste y estás ahí sentado en la misma silla en la que estabas cuando se pelearon, se dijeron sus verdades, se mandaron a chingar a sus respectivas (ex) suegras. El Tigre prepara té y café descafeinado. Están en silencio. Qué momento tan incómodo. Fue una mala idea.

Hay que romper el hielo. Qué frío hace allá afuera, ¿verdad? Sí, es obvio que hace frío, es seis de enero. Mejor algo como ¿y cómo vas en la escuela? Bien, ya nada más tengo que entregar dos proyectos, pero ya casi están terminados. ¿Y tú ya viste lo de los trámites de titulación? En eso estoy, es un lío. ¿Y tu trabajo? Bien, Sergio me propuso que montáramos un show. ¿Magia y mímica? Oye, la cafetería de ese cuate al rato se va a volver circo. Y su perro tan melenudo podría hacerle de león.

El Tigre se sentó junto al Mimo y puso las tazas sobre la mesa y le sonrió tímidamente. Hey, gracias por lo de la bici, neta que estaba a punto de pegarme un tiro. No hubiera soportado la decepción en su carita. Ya... no te preocupes, en eso quedamos. El Mimo tampoco hubiera soportado saber que la oruguita se decepcionaba. Finalmente, la niña no tenía la culpa de que su papá y su novio se hubieran peleado como quinceañeras tontas. Y al final también le agarró algo de cariño. No era como si la empezara a ver como a su propia hija, y el hecho de pensar que técnicamente era casi su padrastro le daba escalofríos, pero no podía dejar de quererla, tan tierna y risueña. Además, aunque el Tigre solía tener un humor de perro rabioso bipolar, siempre, ante su sola presencia, sonreía de esa manera tan maravillosa. Sí, la niña es la culpable de que se enamorara.

Ay... no es una relación normal, Tigre: le llevas al Mimo diez años. Más o menos. Tienes una hija. Más o menos. Eres dos veces viudo. Más o menos. Estás muy rayado y desde el primer momento sabías que terminarías lastimándolo. Porque al fin y al cabo, el Mimo no es más que un niño que acaba de terminar la carrera, que vive con sus papás, que trabaja de mesero en una cafetería cuyo dueño es un mago aficionado... Necesitaría conseguirse un novio de su edad, ir al cine en las tardes, dedicarse a buscar trabajo sin estresarse demasiado porque sus papás le siguen sirviendo la comida a las cuatro en punto frente al televisor. El Mimo es un niño que ve caricaturas. Y sí, tú también ves caricaturas, pero no puedes engañar al tiempo y a las circunstancias. No puedes ser un novio adolescente que se va de pinta con su chico para revolcarse un rato en los asientos de hasta atrás del cine. Tienes que ir a la escuela, echarle muchas ganas, trabajar, llevar a la niña a la primaria, a las clases de natación, preparar la comida, hacerle el lunch, regañarla. No puedes hacerlo todo: papá, mamá, estudiante, novio adolescente, empleado mal pagado. Puros milagros contigo.

Al final, el Mimo se fue a su casa cuando empezaba a amanecer. El Tigre puso la bicicleta junto al árbol, sobre el asiento el zapato de la niña, practicó frente al espejo su mejor cara de sorpresa y se fue a la cama. El cansancio le ganó a los sentimientos y se quedó dormido. Era domingo. La niña, que el día anterior había estado hiperactiva, no se levantó hasta las diez, pero cuando lo hizo, fue a brincar a la cama del Tigre, quien se despertó sobresaltado.

Habían llegado los reyes magos.

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Mi tocayo, el Tigre de Tigretón Tontón, hace como medio año, ofreció los Premios Tigretón y me tocó el honor de recibir uno de ellos; sin embargo, el premio venía acompañado de un reto consistente en escribir un pequeño cuento.

Está bien bonito T_T Ay, lo amo


En teoría el cuento debería estar relacionado con la imagen y como ven, en realidad no lo está. LOL. Si se estira demasiado la idea del circo mencionada casi al margen, podría inventarme una justificación, pero la verdad es que no, no hay justificación. El cuento está dedicado este Día de Reyes al Tigre, a quien quiero mucho, y está, por cierto, basado en un suceso de la vida real que, no obstante, alteré y cambié hasta el punto que no lo reconoce ni su madre.

Espero que les haya gustado.